Estar aquí y allá
¿Quién no ha pensado alguna vez en estar en dos lugares al mismo tiempo? Claro, así además de estar escribiendo esto, podría estar disfrutando del generoso sol otoñal en alguna de las tantas playas del litoral central, pero para decepción mía y de quizá muchos de ustedes no se puede, al menos, lo he intentado y no lo he logrado.
Recuerdo cuando nos juntábamos con amigos y acordábamos con los asistentes contarles al día siguiente a quienes no fueron que la junta estuvo espectacular con expresiones como “te la perdiste” o “difícil que pueda repetirse algo así”. La obvia cara de arrepentido del inasistente mientras escuchaba las risas intercaladas vislumbraba la autopromesa de no faltar a la próxima reunión y me aseguraba a no creer a mis amigos cuando dijeran que una fiesta o tertulia estuvo “inolvidable”.
Desde hace unos años me he movido entre dos lugares, más específicamente entre las ciudades de Concepción y Valparaíso, y como es de esperarse han sido muchas las veces que estando en una de ellas pensaba en qué estaría pasando en la otra. A propósito de lo mismo, a quién no le ha pasado que un fin de semana cualquiera no hay absolutamente nada qué hacer y al siguiente aparecen simultáneamente 3 o 4 panoramas, con la clara opción de dejar de asistir y priorizar uno, o como lo hacen mucho estar un rato en uno y luego en otro lugar. El real problema, es cuando no asistes ni a la una ni a la otra.
Más curioso aún cuando las ofertas surgen paralelamente el mismo día, pero en distintas ciudades, como anoche que tenía la celebración de cumpleaños de una entrañable amiga en los edificios del sector La Portada de Concepción, y al mismo tiempo otra fiesta de otra querida amiga, a quien llamé para saludarla, en la comuna de Providencia de Santiago. Para sorpresa mía, y aunque estaba cerca (en Viña del Mar) las cosas se dieron para que no viajara y quedarme descansando de un largo día viendo televisión acostado un sábado por la noche. Quizá en unas semanas o por las fotos de Facebook llegue a arrepentirme de no haber ido, aunque de haberlo hecho no hubiera sido posible reflexionar sobre “estar aquí y allá” y escribir esto.
Recuerdo cuando nos juntábamos con amigos y acordábamos con los asistentes contarles al día siguiente a quienes no fueron que la junta estuvo espectacular con expresiones como “te la perdiste” o “difícil que pueda repetirse algo así”. La obvia cara de arrepentido del inasistente mientras escuchaba las risas intercaladas vislumbraba la autopromesa de no faltar a la próxima reunión y me aseguraba a no creer a mis amigos cuando dijeran que una fiesta o tertulia estuvo “inolvidable”.
Desde hace unos años me he movido entre dos lugares, más específicamente entre las ciudades de Concepción y Valparaíso, y como es de esperarse han sido muchas las veces que estando en una de ellas pensaba en qué estaría pasando en la otra. A propósito de lo mismo, a quién no le ha pasado que un fin de semana cualquiera no hay absolutamente nada qué hacer y al siguiente aparecen simultáneamente 3 o 4 panoramas, con la clara opción de dejar de asistir y priorizar uno, o como lo hacen mucho estar un rato en uno y luego en otro lugar. El real problema, es cuando no asistes ni a la una ni a la otra.
Más curioso aún cuando las ofertas surgen paralelamente el mismo día, pero en distintas ciudades, como anoche que tenía la celebración de cumpleaños de una entrañable amiga en los edificios del sector La Portada de Concepción, y al mismo tiempo otra fiesta de otra querida amiga, a quien llamé para saludarla, en la comuna de Providencia de Santiago. Para sorpresa mía, y aunque estaba cerca (en Viña del Mar) las cosas se dieron para que no viajara y quedarme descansando de un largo día viendo televisión acostado un sábado por la noche. Quizá en unas semanas o por las fotos de Facebook llegue a arrepentirme de no haber ido, aunque de haberlo hecho no hubiera sido posible reflexionar sobre “estar aquí y allá” y escribir esto.
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