La estafa
Un cantor con aspecto de estudiante universitario se subió al bus que viaja desde Valparaíso a Viña del Mar diciendo que interpretará un par de temas de Roberto Carlos a capella. Con extraño asombro reparé en que lleva puestos unos audífonos, lo que me hizo pensar que está escuchando los temas que canta como pistas. Algunos de los usuarios de la locomoción miraban de reojo a este extraño joven artista que cantaba música que no es de su generación. Quizá todo era una estrategia de marketing para su beneficio económico, o tal vez no.
Mientras cantaba el primer tema, que relata el amor de hombre a una mujer, reparaba en la letra de la canción, aún cuando su voz era agradable y armoniosa. El autobús seguía su ruta y el cantor hacía una pausa para anunciar la segunda canción. Probablemente más de uno de los pasajeros, al ver el raro aspecto del cantor, pensaron que se trataba de un estafador y sí que lo fue. El joven no terminó su segunda interpretación y se bajó abruptamente del vehículo, yéndose corriendo en el sentido contrario de nuestro camino.
Más de uno pensó que su sospecha de delincuente se comprobaba con la inesperada y rápida fuga de este personaje, y claro, el joven nos estafó, era un delincuente, pues su intención fue sólo regalar su arte, su interpretación. La anunciada estafa se cumplió, pero al revés de lo que suele ocurrir, el cantor no sólo no agradeció y vociferó el típico discurso sobre los “artistas callejeros”, sino que tampoco pidió dinero por su actuación, lo que puede constituir un delito.
Mientras cantaba el primer tema, que relata el amor de hombre a una mujer, reparaba en la letra de la canción, aún cuando su voz era agradable y armoniosa. El autobús seguía su ruta y el cantor hacía una pausa para anunciar la segunda canción. Probablemente más de uno de los pasajeros, al ver el raro aspecto del cantor, pensaron que se trataba de un estafador y sí que lo fue. El joven no terminó su segunda interpretación y se bajó abruptamente del vehículo, yéndose corriendo en el sentido contrario de nuestro camino.
Más de uno pensó que su sospecha de delincuente se comprobaba con la inesperada y rápida fuga de este personaje, y claro, el joven nos estafó, era un delincuente, pues su intención fue sólo regalar su arte, su interpretación. La anunciada estafa se cumplió, pero al revés de lo que suele ocurrir, el cantor no sólo no agradeció y vociferó el típico discurso sobre los “artistas callejeros”, sino que tampoco pidió dinero por su actuación, lo que puede constituir un delito.
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